El excedente actual es de 2200 internos. «Es más de una cárcel completa», admitió el director del Servicio, Gabriel Leegstra. La situación genera sobrecarga laboral en los penitenciarias, y los consecuentes reclamos. La tendencia y las obras en marcha.
«No hay más lugar para poner presos», había dicho a principios de semana la Defensora General saliente, Jaqueline Balangione, mientras exponía ante la Legislatura su informe final de gestión. Y la expresión es literal. La funcionaria daba cuenta del crecimiento exponencial de la población penitenciaria en la provincia, cuando precisó que desde 2012 se triplicó el número de internos alojados en penales santafesinos. Denunció, asimismo, un exceso en el otorgamiento de prisiones preventivas y en consecuencia, un elevado número – casi el 40%- de personas privadas de su libertad sin condena.
Las cárceles desbordan, mientras los agentes penitenciarios padecen una sobrecarga laboral. Según pudo saber El Litoral, algunas celdas ya albergan entre tres y hasta cuatro internos. Y de acuerdo con lo que confirmó a este diario el propio director del Servicio, Gabriel Leegstra, el «exceso» de población carcelaria ya equivale a más de un penal completo.
Efectos colaterales
Leegstra coincidió con el diagnóstico de Balangione. «El análisis lo hace desde el territorio – valoró-; ella ha estado permanentemente auditando y visitando nuestras unidades penitenciarias. De hecho que sí, hay una superpoblación carcelaria», reconoció. Según sostuvo, el sistema está actualmente «en unos 2.200 internos de más» respecto del cupo con el que cuenta la provincia. «Es más que un penal completo – graficó-; la mayor cárcel que nosotros tenemos en la provincia tiene capacidad para 1560 internos».
El funcionario sostuvo que «todas» las unidades penitenciarias están superadas en su capacidad física. «Piñero tiene hoy 2200 internos; Coronda, unos 2100; Las Flores, 1500 presos… Y de hecho que esto repercute también en el servicio que se presenta y en los hombres, en los trabajadores, en los agentes penitenciarios que se desempeñan en estos penales. De ahí, aquellas quejas que hemos tenido sobre los recargos».
Leegstra aludió de ese modo a un efecto colateral de la superpoblación: la sobrecarga horaria que sufren los guardiacárceles que suelen terminar trabajando 48 horas por un descanso de 24. «Si bien los recargos son pagos, el trabajador se cansa», admitió. «Estamos trabajando en esto. Ahora tenemos el egreso de 270 aspirantes que empezarán a prestar servicio en la fuerza y que ya están haciendo las prácticas. Esto generará un desagote de esta cantidad de recargos», comentó
– Pero más agentes penitenciarios no es más plazas. ¿El sistema no es en estas condiciones una bomba de tiempo?
– Es así. También se están dando algunas soluciones. Estamos expectantes por tres módulos de ofensores sexuales que se van a inaugurar con una capacidad de 450 plazas, y esperamos la habilitación de la cárcel federal que se construye en Coronda para poder enviar allí a los presos federales que hoy están alojados en unidades provinciales. Eso permitiría más o menos equilibrar los números. Pero sí, la sobrepoblación carcelaria afecta y gravemente. Esto es un proceso que se inició en 2014, cuando cambió el sistema procesal penal. Desde entonces, la curva ascendente en la cantidad de internos no se ha interrumpido. Y ésa seguirá siendo la tendencia.