A cada temporada que avanza, la serie Black Mirror parece más un reflejo de la realidad que ensoñaciones distópicas sobre el porvenir. ¿Por qué?, se pregunta Ernesto Garrat. Porque el futuro ya llegó y es peor de lo que imagina esta ficción de Netflix.
Hace más de una década Black Mirror irrumpió en nuestras vidas como el oráculo del futuro que se iba a cernir sobre nuestras cabezas. Hace doce años, las incipientes redes sociales y la promesa de una benefactora tecnología fueron mostradas en esta serie creada por Charlie Brooker como vehículo de deshumanización y acelerador de la estupidez humana.
Cómo olvidar el primer capítulo de 2011, “The National Anthem”, con ese Primer Ministro británico dispuesto a la zoofilia transmitida en vivo y en directo por los nuevos usos de la tecnología con tal de mantener su popularidad y el cargo. Se trata de un arranque brutal negrísimo, con un humor negrísimo, absurdamente amoral y síntoma del todo vale del actual Zeitgeist percibible tanto a nivel el país como global.
Black Mirror, bajo el alero de Channel 4 de la TV inglesa (un canal chico y por eso más jugado), en sus orígenes retó de esta manera al establishment y se atrevió a correr la valla narrativa hacia zonas incómodas. Hacia zonas oscuras y sobre todo hacia zonas proféticas.
Su creador y showrunner Charlie Brooker, poseído seguro por el espíritu predictor de Julio Verne, se abrazó sobre la idea de las pantallas oscuras que empezaron a dominar nuestras vidas, las de los computadores, celulares, laptovs, para devolvernos una imagen nada de complaciente sobre esta nueva revolución cultural y social que estamos viviendo, sin darnos demasiado cuenta de lo que en realidad estamos cruzando… Desde nuestra antigua vida análoga -que vivió un tipo como quien suscribe- hasta esta nueva realidad de Inteligencias Artificiales, Robots, Autos Voladores y un futuro prometido en películas como Blade Runner que ya llegó.
Pero no es un futuro envuelto en glamorosas noches de neón ni mujeres como Sean Youg rompiéndonos el corazón. Todo lo contrario.
La visión disruptiva de Charlie Brooker es herencia directa de proféticos y previos iluminados de la ciencia ficción. Julio Verne en el siglo XIX predijo cómo iba a ser el siglo XX con la llegada del ser humano a la luna, por ejemplo. Y Philip K. Dick predijo en el siglo XX cómo iba a ser el siglo XXI con la irrupción de las Inteligencias Artificiales…. ¿Les suena el ChatGPT? Touché.
Las películas de Blade Runner, la primera de 1982 y la secuela de 2017, adaptaciones inspiradas en la base de “sueñan los androides con ovejas eléctricas” -justamente del visionario escritor Philip K. Dick-, dejaban en el horizonte del futuro cómo íbamos a lidiar con replicantes: inteligencias artificiales como las nuestras, las humanas, pero mejoradas. El genio innovador del director Ridley Scott en la cinta seminal de 1982 con Harrison Ford sentó las bases audiovisuales de lo que pensamos nunca llegaría, y luego en 2017 el canadiense Denis Villeneuve nos anticipó la realidad que íbamos a encarar sin siquiera darnos cuenta que ya llegó.
En sus orígenes retó de esta manera al establishment y se atrevió a correr la valla narrativa hacia zonas incómodas. Hacia zonas oscuras y sobre todo hacia zonas proféticas.
En este mismo teclado donde escribo estas palabras, se me ocurre preguntarle al ChatGPT quién fue Philip K. Dick:
“Escribió numerosas novelas y cuentos, explorando temas como la realidad, la identidad, la percepción y la naturaleza de la existencia. Sus obras a menudo presentan mundos distópicos y futuros alternativos, donde la tecnología y las realidades simuladas desafían la comprensión humana”, condensa de manera extraordinaria esta IA en cosa de segundos.
Luego le pregunto al ChatGPT quién es Charlie Brooker:
“Creó la serie de antología distópica Black Mirror, la cual se estrenó en 2011 y se ha convertido en un éxito internacional. Black Mirror presenta episodios independientes que exploran los efectos perturbadores y las consecuencias sociales de la tecnología en un futuro cercano”, agrega este algoritmo también en un santiamén.
Recordemos, y esto lo escribo yo, un humano un poco viejo y cansado y que lleva hartas horas pensando y redactando este texto: Black Mirror ha tenido unos maravillosos episodios y cuando la serie cayó en manos de Netflix, desde la tercera temporada, pues las cosas no han ido precisamente en ascenso. Es verdad que el episodio “San Junipero”, uf, ese relato maravilloso sobre el amor verdadero en una falsificada simulación de los años 80, es una obra maestra. Y así suma y sigue con varios capítulos más como “USS Callister”, “Blanca Navidad” y un respetable etcétera.
Pero el pelambre general es que la última temporada deja mucho qué desear. Puede ser. Quizás sus capítulos no sean tan osados o disruptivos como “San Junipero” o “The National Anthem”. O tal vez nuestra capacidad de asombro ya la hemos perdido frente a la distópica realidad que vivimos desde tan solo unos pocos años. ¿Nos puede sorprender que una IA pueda recrear en cosa de pocas horas una serie completa para una señal de streaming como Netflix tal cual ocurre en “Joan es horrible”?
Asumo que la maldad intrínseca de la serie en su fase Channel, hiper necesaria para remecer y provocar -y una maldad también más presente durante el primer año con Netflix-, está domesticada en esta temporada de la serie. Tanto como para meta-bromear sobre “Joan es horrible” y suponer que un chatbot como ChatGPT pueda algún día escribir guiones así de suavizados de la serie.
Charlie Brooker ha confesado que usó esta nueva tecnología para intentar escribir algún guion de Black Mirror en esta temporada.
«He jugado un poco con ChatGPT», dijo Brooker a la revista de cine británica Empire. “Lo primero que intenté fue escribir ´generar episodio de Black Mirror’, pero los resultados fueron mediocres”. «Genera algo que, a primera vista, parece plausible, pero al mirarlo detenidamente, es una porquería», añadió.
Entonces en este mismo teclado donde escribo estas palabras, se me ocurre preguntarle al ChatGPT ´generar episodio de ‘Black Mirror’. Y lo que el chatbot de OpenAi escribe realmente es una porquería:
“Sinopsis: En un futuro cercano, la tecnología ha evolucionado para permitir que los humanos se conecten directamente a una realidad virtual inmersiva llamada Mirror’s Edge. Esta interfaz cerebral revolucionaria permite a las personas experimentar emociones intensas, vivir vidas alternativas y cumplir fantasías sin límites. La historia se centra en Emily, una joven introvertida y solitaria que encuentra consuelo en el mundo de Mirror’s Edge. A medida que pasa más tiempo en esta realidad virtual, comienza a perder su sentido de identidad y desconectarse de la vida real. Su familia y amigos se preocupan por su adicción y luchan por traerla de vuelta al mundo físico”.
Pero ojo, no debemos caer en la superioridad moral y humana. Es una porquería, pero sin duda -y eso es lo terrible-, sin duda en un corto período de tiempo las IA podrán y sabrán hacer textos y guiones tan buenos como el período dorado de Charlie Brooker en Black Mirror.
Me consuelo porque eso aún no sucede, porque aún no estoy como Harrison Ford en Blade Runner haciendo un test para saber si la inteligencia que tengo adelante es artificial o humana. Tal como ya lo anticipó el test de Turing del nunca bien ponderado Alan Turing. ¿Recuerdan? El teórico y genio de la computación británico que creó una prueba en 1950 para saber si uno estaba discutiendo con una máquina o una persona. La prueba Turing inspiró el Test Voight-Kampff de Blade Runner, cuando Deckard interroga a la replicante Rachael para detectar su artificialidad. Y también inspiró la conversación entre el humano Caleb Smith (Domhnall Gleeson) y la robot AVA (Alicia Vikander) en la extraordinaria película Ex Machina de Alex Garland, director además de la serie DEVS (véanla por favor) que sin duda también resulta un aporte cuando se trata de analizar cómo el arte anticipó la realidad cyberpunk que vivimos en este 2023.
Pero bueno. Entonces, y en un acto completamente evasivo y narcisista de mi parte, le pregunto al chatbot de OpenAI si sabe quién es Ernesto Garratt… O sea, yo.
“Ernesto Garratt Viñes fue un destacado periodista y político chileno. Nació el 29 de noviembre de 1867 en Valparaíso, Chile, y falleció el 6 de julio de 1929 en Santiago, Chile”, me miente sin descaro ChatGPT, chamullando como lo haría un humano que no quiere quedar mal frente a una consulta de un jefe, un profesor o una pareja.
El pelambre general es que la última temporada deja mucho qué desear. Puede ser. Quizás sus capítulos no sean tan osados o disruptivos como “San Junipero” o “The National Anthem”.
“Garratt también incursionó en la política. Fue elegido como diputado en varias ocasiones y ocupó cargos ministeriales en el gobierno chileno. Se le reconoce como uno de los fundadores del Partido Conservador en Chile y fue un defensor de los principios conservadores y liberales en su país”, sigue mintiendo el chatbot y frente a tanto descaro solo me resta asombrarme por lo “humano” de su comportamiento en vista de lo falible y errático.
Una máquina que miente, robots acróbatas como los de Boston Dynamics que caminan perfecto y saltan y brincan, otros robots como Ameca, de Engineered Arts, con expresión humana y que advierte al mundo sobre los peligros de la Inteligencia Artificial. Súmale al cóctel autos voladores -que ya existen y vuelan- y el Apocalipsis que imaginamos que iba a pasar pues está pasando ahora mismo.
La realidad superó a Black Mirror.
A cada temporada que avanza la serie parece más un reflejo de la realidad que ensoñaciones distópicas sobre el porvenir. ¿Por qué? Porque el futuro ya llegó y es peor de lo imagina esta ficción de Netflix. ¿Te gustó la última temporada de Black Mirror? ¿Sí? ¿No? Tal vez la pregunta correcta debería ser ¿Aguantaremos esta realidad que ya superó la ficción de Black Mirror? ¿Sí? ¿No? Ya veremos.
Por: Ernesto Garratt
Arte: María Elizagaray Estrada
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