Auge de la extrema derecha y el populismo y declive de la derecha tradicional: Chile y el efecto contagio en Latinoamérica

El resultado de José Antonio Kast en las elecciones constituyentes es un síntoma de la reconfiguración de la oposición a Gobiernos de izquierdas que se inició en Brasil y abarca a países como Colombia o Argentina con el ultra Milei

Auge de la extrema derecha y el populismo y declive de la derecha tradicional: Chile y el efecto contagio en Latinoamérica

 

La fotografía política del momento en América Latina es la de una aparente paradoja. Un proceso de cambio impulsado por un presidente de izquierdas que lleva poco más de un año en el poder y que, una vez sometido al tamiz de las urnas, arroja un resultado en principio incompatible con esa transformación. Lo que ocurrió en Chile el pasado domingo se convirtió en un espejo de los peores fantasmas de los principales Gobiernos de la región, de Colombia a Argentina, pasando por Brasil y México, todos liderados por políticos de la izquierda. El Partido Republicano, una formación de extrema derecha, arrasó en las elecciones por el Consejo Constitucional que redactará una nueva propuesta de Carta Fundamental. Liderado por José Antonio Kast y fundado apenas en 2019, logró casi 3,5 millones de respaldos a escala nacional, la mayor cantidad de votos conseguidos por un partido político desde el regreso a la democracia en 1990.

La votación, que sobrepasa de lejos a la derecha tradicional conformada por tres partidos –la UDI, RN y Evópoli–, dio a esta fuerza 23 escaños de los 51 del órgano constituyente, aunque los republicanos siempre han estado en contra de reemplazar la ley de leyes redactada en 1980 bajo la dictadura de Pinochet y reformada 64 veces en democracia. Pero el resultado deja también unas preguntas pertinentes en Chile y en el resto de Latinoamérica. ¿Qué sucedió? ¿Por qué la oposición a un Gobierno progresista se incuba desde posiciones de extrema derecha o, como en el caso argentino, desde un cóctel de trumpismo y populismo? En 2021 Kast perdió en segunda vuelta frente a Gabriel Boric. Sin embargo, el pasado septiembre, los chilenos dieron ya el primer espaldarazo a un proyecto político que ha logrado interpretar la demanda de una sociedad que quiere más orden y seguridad, según las encuestas. Hace ocho meses, un 62% de los ciudadanos rechazó la propuesta de nueva Constitución de una convención marcada por la izquierda y los grupos independientes, en un plebiscito con voto obligatorio y alta participación. Fue un impulso clave para el Partido Republicano y su líder que, a diferencia de la derecha tradicional, se ha mostrado implacable frente al Gobierno de Boric, cuya popularidad está en horas bajas y no sube del 30%

Kast ha enarbolado el malestar de la ciudadanía que, en el estallido social de 2019, fue la principal causa de la izquierda. Hoy en día, la desazón se explica por al menos tres crisis: la de seguridad pública –por el aumento del crimen organizado y la violencia–, la económica y la que se ha desatado, especialmente en el norte del país, con la inmigración irregular que tensiona a las ciudades. No resulta evidente si los resultados de las elecciones del domingo en Chile abren el camino a Kast para las futuras elecciones. Todavía es prematuro, en 2024 se llevarán a cabo los comicios municipales y de gobernadores y en 2025, la elección presidencial y las parlamentarias. Pero el Partido Republicano queda en una posición aventajada frente a los cambios políticos que vienen por delante.

Esta fuerza de la extrema derecha exhibe su diferencia frente a la derecha tradicional principalmente en asuntos como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y sus votantes se sienten atraídos por un discurso rendido a las ideas de patria y familia. No obstante, su principal reto político será su desempeño en el propio Consejo Constitucional, que debuta el 7 de junio, precisamente un órgano que los republicanos rechazaban y en el que ahora tendrán que negociar con las otras fuerzas.

El bolsonarismo fulminó a la derecha clásica del PSDB

La victoria de Kast puede leerse como síntoma de la reconfiguración de la oposición a Gobiernos de izquierdas que se inició en Brasil y abarca a países como Colombia, Argentina y, en una medida mucho menor, a México. La aniquilación de la derecha clásica, de hecho, es un fenómeno en el que Brasil fue pionero. El ultraderechista Jair Bolsonaro perdió las últimas elecciones presidenciales por la mínima y eso que venía de gestionar desde el negacionismo una pandemia que mató a 700.000 de sus compatriotas y se medía en las urnas con el líder indiscutible de la izquierda brasileña. Bolsonaro, con sus amenazas golpistas, su diplomacia aislacionista y su misoginia, fue derrotado en los comicios en 2022 pese a lograr más votos de los que cosechó en 2018, cuando aún era una esperanza de cambio, un prometedor desconocido, para buena parte del electorado. Eso refleja la potencia del movimiento político que encabeza y lo arraigado que sigue el odio al Partido de los Trabajadores.

fuente el pais

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